Cuando la vida moderna no tienen sentido

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¿Alguna vez te has sentido ahogado? ¿Todo va demasiado rápido? ¿Perdemos nuestras tradiciones por culpa de la globalización?


Analizamos dónde hemos ido a parar, y lo más importante, hacia dónde nos dirigimos.

La vida humana actualmente es un continuo reencontrarse y rehacerse mediante viajes, encuentros casuales o en la búsqueda insaciable de trabajo. Pero ¿qué sucede actualmente con ese continuo reencontrarse y rehacerse? La sociedad se siente cada vez más insatisfecha con estos cambios que no dan respuesta a sus necesidades directas. Con la evolución imparable del capitalismo del bienestar, la abundancia y la prosperidad aceleraron inevitablemente la sed consumista y menospreció los valores humanos intangibles. Hasta el amor se ha convertido en un bien material, gracias al consumismo irracional de San Valentín, en vez de un sentimiento compartido con el prójimo. Aunque, ¿ha sido el sistema capitalista quien decidió la concentración de los bienes en la manos de unos pocos y el resto que padezca la penuria de los bienes materiales? 
Lo que considerábamos la globalización neoliberal ha muerto y ha sacado lo peor de esta sociedad avara. Este nuevo sistema que sustituía al capitalismo se tambalea por culpa de los gobiernos que son más afines a las grandes corporaciones que a su pueblo. El desmontar el capitalismo de bienestar provocó la necesidad de cuadrar las cuentas y quien lo sufre, como siempre, es la sociedad de a pie. Reducir el gasto social, eliminar el salario mínimo o establecerlo muy bajo, eliminar el seguro de desempleo y favorecer el trabajo precario repercute directamente en la brecha entre ricos y pobres. En pocas palabras, aceleró el sinsentido de la vida.

La globalización neoliberal ha muerto en el mundo moderno

Antes, y ahora aunque no sea cierto, se decía que la vida humana era el bien más preciado y valioso, pero no se percatan que esta premisa se ha transformado en una falacia. Los patrones actuales se rigen por lo económico sobre lo social y humano, cosa que acentúa la desigualdad social. ¿Acaso no genera desesperanza, desilusión y frustración de las aspiraciones humanas? Las empresas y los gobiernos, compinchados, estimulan a la sociedad global a las ventas para favorecer la economía, pero esta tosca libertad para consumir se traduce en el avance de la vulgar insignificancia. Miren a su alrededor estos días, el Black Friday y las gangas de las rebajas avanzan a pasos agigantados a través de continentes y culturas a favor del consumo. 

Solo los grupos religiosos, ecologistas, de derechos humanos, asistencialistas, animalistas y un pequeño etcétera constituyen, lo que denomina Berger y Luckmann , “depósitos sociales de sentido” . También pueden considerarse como las instituciones mediadoras de solidaridad social, que impiden la propagación pandémica de la crisis sinsentido en las sociedades modernas. Sin embargo, estos grupos no son los salvadores o amortiguadores de este sinsentido, sino que más bien son un parche porque no son capaces de promover un real cambio del sentido de la vida y constituyen una muleta en la consolidación del mundo irracional. Aunque estos grupos también, de manera inconsciente, fomentan los depósitos sociales del sinsentido.

Gracias a la solidaridad social el mundo evitar ser más decadente

Entonces, ¿quiénes son los responsables del sinsentido de la vida? Podríamos acusar fácilmente a la evolución de la modernidad occidental. Aunque antes se debería de centrar la atención en qué se considera sinsentido. ¿Podría tratarse el sinsentido de la vida como una anomía? Tal y como sugirieron Durkheim y Merton , definió la anomía, aplicada al campo socio antropológico, como la desintegración cultural y social, por la falta de integración grupal, local y nacional. Sin embargo, es más fácil explicar el sinsentido de la vida que vivieron las civilizaciones colonizadas, las cuales debían aceptar la nueva cultura impuesta por los conquistadores, como la colonización del pueblo andino de la América del sur por parte de los españoles. Este proceso de aceptación impuesta genera complejos procesos psicológicos en la sociedad, los cuales son consecuencia de la causación social del malestar cultural. Un caso cercano sería la sustitución progresiva de la festividad de la Castanyera de la cultura catalana por el norteamericano Halloween. Podría ser que el sentido de la vida esté íntimamente relacionado con la rapidez del cambio del sistema económico, y en la crisis de sentido que se origina en la anarquía del mercado. 

No es de extrañar que en cualquier sociedad, cuando se empieza a sentir los cambios que produce la inestabilidad familiar y profesional, exista un auge de la violencia y la criminalidad. En definitiva, toda conducta irregular que se origine los signos de anomia y sinsentido de la vida a un nivel psicológico en el marco del núcleo familiar, cuyo proceso es el origen social del mismo. Por ende, se puede afirmar que el sinsentido de la vida, aun cuando no vaya acompañado del fenómeno de la anomía, está latente en la estructura misma de toda sociedad e individuo que la compone, como un fenómeno transitorio y sintomático que amenaza el dinamismo y desarrollo en todas aquellas sociedades que carecen de instituciones mediadoras de solidaridad social. El sinsentido de la vida está aumentando desorbitadamente en esta globalización neoliberal actual, por lo cual ya no lo podemos considerar como un fenómeno coyuntural sino estructural de la dinámica de sociedades competitivas estratificadas. ¿Quién ganará la festividad en el 31 de noviembre, La Castanyera o Haloowen? Solo el tiempo lo desvelará, ya que depende de los miembros de la sociedad el preservar o luchar contra estas nuevas culturas impuestas por las corporaciones consumistas actuales. 

Sólo el tiempo y la misma sociedad será quien decida si prevalece la tradicion cultural o damos paso a las opciones corporacionistas consumistas

No obstante, solo en las sociedades actuales se puede apreciar la magnitud del sinsentido al servicio del fenómeno e la anomía, ya que no podría surgir en sociedades autoritarias ni solidarias, o sería en menor escala. Solamente en las sociedades competitivas, donde la desigualdad de oportunidades es la principal característica, puede darse la anomía, entendida como desviación. Un claro ejemplo fue La primavera árabe del 2010 al 2013. Gracias a las constantes manifestaciones de carácter popular y político condujeron al a caída de la dictadura de Ben Ali en Túnez y de Honsi Mubarak en Egipto. Fue el descontento social y la crisis económica, juntamente con el aumento de los alimentos básicos lo que generó este malestar, los dictadores ya no sabían como generar desviaciones para tener al pueblo adormilado y poder frenar esta actividad revolucionaria existencial. 

Las sociedades solidarias también sufren conductas desviadas del sinsentido de la vida, aunque sea a pequeña escala, se traduce en un alto índice de suicidios. No obstante, no todos los suicidios son iguales ya que unos son producto de anomía y otros son porque han perdido el sentido de la vida. Insensatos que se quitan la vida siempre ha habido en todas las sociedades, sin embargo en la sociedad escandinava (Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia) están presentes estas conductas desviadas del sinsentido de la vida tanto social como individual. De esta manera, podemos clasificar en tres formas el suicidio Durkheimianas: egoísta, altruista y anomia. El suicida egoísta y el anomia son los únicos que tienen un carácter del sinsentido de la vida. En cambio, el suicida altruista (el héroe o el mártir) no carece de sentido de la vida ni padece anomia, sino que rebosa de manifestaciones autodestructivas, que no implican sinsentido de la vida, que pone su muerte al servicio de una causa noble y humanitaria. En pocas palabras, el sentido de la vida es en sí mismo, el sacrificio de la propia vida. Lo menos en muchos soldados norteamericanos que se alistan y dan su vida al servicio de su país, de lo que consideran una causa justa el proteger los ideales de libertad que emana su continente enfrente a otros dictatoriales.

Existen tres tipos de suicidios, pero solo dos de ellos están relacionados con el sinsentido de la vida.

Por consiguiente, hay que subrayar que el sinsentido de la vida y la anomia son una característica latente en todos los sistemas sociales y en los estados de los individuos, sin embargo no coinciden que no todo sinsentido de la vida es una conducta desviada o anomia. No es de extrañar que las clases inferiores de las sociedades occidentales sean presa fácil a la anomia o conducta desviada. Es normal encontrarse multitud de indigentes que gracias al alcoholismo pueden dar salida a sus problemas inmediatos que les ha llevado a este estado. Hay que puntualizar que una mayoría de los de sin techo antes pertenecían a clases medio-bajas que, por culpa de la crisis, perdieron todo tipo de ingreso, vivienda y hasta su dignidad por una pronunciada crisis económica. Sin embargo, existen otras formas de desviación y desorientación de las clases medias y clases altas que presentan distintos procesos de anomia. Un ejemplo cercano son los diferentes hooligan que han sido protagonistas de escenas grotescas en plazas españolas tirando monedas y cosificando al grupo de pobres mendigas que pedían una moneda. Burlándose de ellas en un estado altamente alcoholizado este grupo de hinchas ingleses aprovechaban del sinsentido de las clases bajas a favor de su desviación. Por ello, se afirma si la anomia es desviación, no toda desviación es anomia

Las desviaciones de desorientación, más frecuentes en las clases medias y altas, sin ser anomia implican un sinsentido de la vida. Así que, tanto la anomia como sinsentido de la vida tienen un origen distinto según la sociedad imperante en que se viva (autoritaria, solidaria, competitiva). En la sociedad competitiva se hallará la desigualdad de oportunidades. En la sociedad autoritaria, en cambio, se encontrará la falta de oportunidades. Por último, en la sociedad solidaria sólo hay cabida la latencia inevitable en los individuos y disfunciones sociales estructurales. En todo este embrollo, no se puede subestimar las motivaciones ideológicas en el fenómeno del sinsentido y de anomia. Cuando el consumismo mercantilista de las clases medias y altas determinan el contenido de la cultura de una sociedad heterogénea, serán quienes definan las metas del éxito la eficiencia y la promoción social. Éstas se convertirán en la nueva moral social impuesta por las nuevas clases consumistas, lo cual crea las condiciones artificiales perfectas para condenar a los fracasados o los rebeldes, como un proyecto punitivo para marginar a toda la clase inconformista que forma parte de su sociedad. Un ejemplo son los bien conocidos Ninis, ni estudian ni trabajan. Son un problema detectado por nuestra sociedad y las altas clases regidoras. Son un claro desvío y malestar social que trasciende en la vida económica, ya que al no aportar ningún tipo de ingreso ni ser un sujeto productivo es descartado para la viabilidad dentro de una sociedad productiva y consumista como es la que existe en la era global actual. 

 Fuente: Gustavo Flores Quelopana, filósofo.

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